martes, 6 de marzo de 2012

MANIFESTACIONES RELIGIOSAS EN MIS VIAJES

El diccionario de la Lengua Española define la religión como el conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.

Pues bien, en este trabajo voy a  hablar del contacto que he tenido en mis viajes y rutas con las distintas manifestaciones de ese fenómeno religioso en el territorio español a lo largo de los siglos; sobre todo, a la vista de los templos y monumentos funerarios que nos han dejado los distintos pueblos que dominaron una parte o todo el espacio de lo que hoy es España.

No voy a incluir entre esas manifestaciones religiosas a los hombres de Neandertal ni de Cromangnon, porque no hay ninguna evidencia científica ni histórica de que practicaran ritos religiosos. Es cierto que hay pruebas de que ya los hombres de Neandertal enterraban a sus muertos, pero desconocemos si el fin era religioso o simplemente para evitar que los cadáveres fueran comidos por los animales. En cuanto a los hombres de Cromangnon, hay autores que quieren ver en las pinturas rupestres manifestaciones de una simbología religiosa, ritual o mágica, sobre todo las de mayor calidad, como las de las cuevas de Altamira; pero no hay ninguna prueba de que fuera así, de hecho en cierta época hubo serias dudas de que dichas pinturas fueran auténticas.

La primera evidencia de manifestaciones claramente religiosas en la Península Ibérica se dan en el Neolítico final y el Calcolítico, lo que nos sitúa entorno a los años 5000 al 4000 a.C.; con la construcción de dólmenes para enterrar a los muertos. Estos monumentos, generalmente orientados a la salida del Sol y conteniendo un ajuar funerario, tienen una clara motivación de veneración al Astro Rey y creencia en el más allá. Hay también casos curiosos, como el Dolmen de Menga (auténtica joya del megalitismo español), en Antequera, orientado hacia una montaña que semeja el rostro de una persona dormida.


La Peña de los Enamorados vista desde el Dolmen de Menga.

En la etapa del Bronce final, y como consecuencia de la interrelación con los fenicios, se desarrolló en el sur de la Península Ibérica la civilización de Tartessos. Hay pocas pruebas de su existencia, y muchas menos sobre la religión que practicaban. Uno de los escasos y valiosos exponentes de esa civilización es el yacimiento de Cancho Roano, en Zalamea de la Serena, datado sobre el siglo VI a.C., claramente vinculado con las creencias religiosas, por su orientación hacia el sol naciente y que se han documentado hasta tres altares de adobe en la construcción. Asimismo, el edificio está rodeado por una serie de estancias en las que se han encontrado ajuares, que seguramente se depositaran allí a modo de ofrendas.


Zona sacra del yacimiento de Cancho Roano.

Sobre el siglo V a.C., crecieron en el centro peninsular los vettones, un pueblo de cultura celta que vivía en castros amurallados y utilizaba el hierro. Sobre su religión no se conoce prácticamente nada, únicamente que incineraban a sus muertos y que realizaban sacrificios rituales de animales (e incluso humanos). El mejor exponente de esta práctica es el altar de sacrificios del castro de Ulaca, en Solosancho, habitado en los siglos III y II a.C.

Altar de sacrificios en el castro de Ulaca.


Con la conquista de los romanos de Hispania, entre el 218 y el 19 a.C., se extendió por vez primera en toda la Península (ya que fue colonizada en su totalidad, pese a que en algunas autonomías intenten ocultarlo) la práctica de una religión común. Los romanos eran politeístas, y entre los numerosos dioses que adoraban, los más venerados eran Júpiter, Minerva y Juno¸ a los que dedicaron templos y ofrecieron sacrificios de animales. El emperador también era adorado como un dios,  practicándose su culto por todo el imperio. Asimismo veneraban a los dioses protectores del hogar y de la familia, y en cada casa solía haber un altar dedicado a estos dioses.


Dystilo sepulcral romano en Zalamea de la Serena.


A mediados del siglo V los pueblos visigodos conquistaron la Hispania romana, introduciendo con ello el cristianismo, inicialmente según la doctrina arriana, sustituyéndola rápidamente por la católica, tras la conversión de Recaredo a dicha doctrina en el año 589. El cristianismo es una religión monoteísta basada en la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret, al que sus seguidores creen hijo de Dios, así como el Mesías profetizado en el Antiguo Testamento. Por lo que se refiere al catolicismo, la principal característica distintiva con el resto de cristianos, es el reconocimiento de la autoridad y primacía del Papa, obispo de Roma. De esta época se conservan bastantes enterramientos, pero muy pocos templos, destacando entre ellos la iglesia de Santa María de Melque, en San Martín de Montalbán.



Interior de la iglesia de Santa María de Melque.

Entre los años 711 y 720, el reino visigodo en la Península Ibérica fue conquistado por los árabes que practicaban la religión musulmana. Esta religión es monoteísta, cuyo dogma se basa en el libro del Corán, que fue dictado por Dios a Mahoma, el último de los profetas enviados (también acepta a Jesús de Nazaret como uno de los profetas anteriores). La construcción de mezquitas se extendió por todo el territorio peninsular, conservándose actualmente muchas de ellas; entre las que sobresale, tanto por su tamaño como por la riqueza artística, la de Córdoba.

Mihrab de la mezquita de Córdoba.

La presencia musulmana en el territorio peninsular se extendió durante más de siete siglos, hasta la derrota de Granada en el año 1492 a manos de los Reyes Católicos. Durante ese largo periodo fueron conquistándose paulatinamente los distintos territorios, construyéndose iglesias y catedrales en las nuevas ciudades cristianas. La más significativa de esas catedrales es la de Santiago de Compostela, cuya construcción se inició en 1075 y finalizó en 1211, convirtiéndose en uno de los principales centros de peregrinación de Europa, a través del llamado "Camino de Santiago", que en la actualidad ha sido ampliado considerablente con nuevas rutas, utilizadas por miles de personas cada año.


Fachada de la catedral de Santiago de Compostela.


Los guanches eran los habitantes aborígenes de la isla de Tenerife, antes de la llegada de los españoles en 1402, que acabó con la conquista de todas las islas Canarias en 1496. Los guanches tenían una religión politeísta, en la que Achamán era el dios supremo, al que debían su existencia todas las criaturas. La principal deidad maligna era Guayota, que vivía dentro del volcán Echeide. Este demonio secuestró a Magec (dios de la luz y del sol) y se lo llevó con él dentro del volcán. Los guanches pidieron ayuda a Achemán,  que consiguió derrotar a Guayota y liberar a Magec. Asimismo, Achemán colocó un tapón sobre el cráter (el llamado Pan de Azúcar, último cono de color blanquecino), para impedir que Guayota volviera a salir.

Foto del Teide, en la que se aprecia claramente el Pan de Azúcar.

A partir del siglo XV se inicia el auténtico periodo de esplendor de la Iglesia Católica en España, obteniendo cada vez más cotas de poder en todos los ámbitos (en este siglo se extendió por todo el país la Santa Inquisición, encargada de suprimir cualquier tipo de herejía por métodos expeditivos). Esta supremacía entró en crisis con la llegada de la revolución industrial a mediados del siglo XVIII, cuando el desmedido afán por acumular capital acabó con cualquier miramiento ético; proceso que se ha acrecentado en nuestros días, y prueba de ello es que los edificios más altos no contienen templos religiosos, sino la sedes centrales de bancos y empresas multinacionales.


Las "Cuatro Torres Business Área", en Madrid.

Y para finalizar, voy a aportar mi opinión personal de dónde está y cómo se conquista el Paraiso. El cielo un lugar elevado y luminoso dónde se goza de la Paz y Felicidad más absolutas. Yo lo más parecido que he conocido a dicho lugar es llegar a la cima de algunas montañas, tras una dura ascensión. Allí arriba solo existe la grandiosidad de la Naturaleza en contraste con la insignificancia de los seres humanos que se acercan para disfrutar por un momento de tanta belleza.


Vista desde la cima del pico Torozo (2.026 m). En la foto se aprecian
las siluetas de dos montañeras que subían siguiendo las huellas
que Ramón  y yo habíamos dejado en la agotadora ascensión.




2 comentarios:

  1. Buenísima exposición... y muy completa... tremendo repaso le has dado a tantos siglos de historia religiosa... Las fotos son impresionantes, y todas tuyas!!! Me quedo con la reflexión final... cada uno tiene que buscar su propio paraíso... y el mío también está en esos montes ;-)

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  2. En este blog todo el material es original, incluidas las fotos. Sabía de antemano que esa reflexión final te iba a gustar, porque no se puede estar más cerca del cielo (en todos los sentidos) que cuando se holla la cima de una montaña. Por eso nos gusta tanto repetir.

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