Monumento dedicado a Diego Marín Aguilera en Coruña del Conde. |
Utilizando el refrán a buenas horas, mangas verdes, yo hubiera preferido que ese sentimiento de orgullo lo manifestaran en el año 1793 y hubieran animado a su convecino revisar el prototipo para corregir los posibles fallos, en lugar de quemar su sueño.
A continuación voy a realizar una breve reseña histórica de la gesta heroica protagonizada por el buen Diego, para que cada lector pueda juzgar hasta que punto fue un auténtico precursor de la aviación a nivel mundial.
Diego Marín Aguilera nació en Coruña del Conde en 1757, en el seno de una familia de agricultores y ganaderos, siendo el mayor de ocho hermanos. La temprana muerte de su padre de dejó a Diego al cargo de siete hermanos, lo que acentuó su sentido de responsabilidad y el carácter emprendedor del que dio sobradas muestras. Desde muy joven fue ideando pequeños inventos con los que facilitaría el trabajo de sus vecinos, tales como un artilugio para mejorar el funcionamiento del molino, otro para los batanes y otro para aserrar los mármoles de las canteras.
Pero el proyecto que centró su vida fue el llegar a volar como las aves, para lo cual dedicó muchas horas a estudiar el vuelo de las águilas mientras ejercía sus labores de pastoreo, llegando a madurar la idea de que si las aves pesando más que el aire conseguían mantenerse en el mediante el movimiento de las alas, sería posible construir un aparato para transportar a una persona surcando los cielos.
En este punto hemos de decir que hasta la época en la que vivió Diego no hay constatación de ningún vuelo con objetos más pesados que el aire, aunque sí muchos proyectos (como los famosos planeadores y ornitópteros diseñados por Leonardo da Vinci) que acabaron todos en fracaso. El primer vuelo tripulado del que hay constancia se llevó a cabo el 15 de octubre de 1783 en Paris por Jean Francois Pilâtre de Rozier y Francois Laurente d’Arlandes, consiguiendo volar durante 25 minutos recorriendo 8 kilómetros en un globo de aire caliente (y por tanto, más ligero que el aire) inventado por los Hermanos Montgolfier.
Seguramente Diego conociera de ese vuelo en globo y lo animara en su proyecto, que inició sobre el año 1787. Sus estudios del vuelo de las águilas y buitres no le aportaban suficiente información y por ello construyó trampas para cazarlas y estudiar sus alas y conseguir las plumas, que luego utilizaría para recubrir el aparato volador que diseñó, para lo que tuvo en cuenta la proporción entre el peso del cuerpo y la longitud de las alas en las aves. Ayudado por un herrero construyó el armazón metálico con unas articulaciones de hierro para que las alas tuvieran un movimiento de abanico, con unos estribos donde iban colocados pies y manos, que con un movimiento circular proporcionado accionando una manivela aportarían la fuerza necesaria para el movimiento de las alas.
La noche de 15 de mayo de 1793, ayudado por Joaquín Barbero y una hermana de éste, subieron el aparato cubierto de plumas en la peña más alta del castillo y desde allí Diego emprendió su vuelo, diciendo voy a Burgo de Osma, de allí a Soria y volveré pasados unos días; consiguiendo alcanzar unos cinco o seis metros de altura sobre el punto de salida, tomando rumbo hacia el Burgo de Osma, pero poco después se rompió uno de los pernos que movían las alas, obligándolo a tomar tierra al otro lado del río.
Sobre lo que ocurrió al día siguiente ya he hablado al principio del artículo, acabando las llamas con el proyecto de Diego, que murió en su pueblo seis años después cuando sólo contaba 44 de edad (desconozco el motivo, pero seguramente la pena tuviera algo que ver).
Triste historia la de Diego, que como bien dices, se ha repetido muchas veces... De todos modos, creo que no se puede culpar a los actuales vecinos de Diego de lo que hicieron sus antepasados... y hasta me parece loable que hayan decidido, aunque tarde, reparar su error y conceder a este personaje el lugar en la historia que merece... aquí vendría bien otro refrán: Más vale tarde que nunca... Gracias Juan por enseñarnos tantas y tan interesantes historias ;-)
ResponderEliminarSiempre hay un refrán que contradiga a otro. Desde luego que los actuales vecinos no tienen la culpa de lo que hicieron sus antepasados; pero algo distinto a cada vecino considerado individualmente está la historia colectiva del municipio, en la que existe un borrón que no desaparecerá nunca, independientemente de que también haya hechos loables, que de todo hay en la viña del Señor.
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