Voy
a intentar escribir un artículo sin hacer ninguna referencia a la pésima
situación política que vivimos, que bien se podría calificar como nubes de
tormenta; pero me voy a referir a las que los meteorólogos llaman nubes de
evolución, ésas que tanto tememos los senderistas y montañeros, más incluso que
a los políticos, porque una nube de evolución puede poner en serio peligro nuestra
vida. Este es un caso en el que se puede aplicar la expresión, muy utilizada en
el mundo rural, de “temer más que a un nublao”.
Pero,
¿cómo se forman las nubes de evolución y por qué son tan peligrosas? Cuando los
rayos del sol inciden con la suficiente intensidad sobre la superficie
terrestre, calientan el aire que asciende. Si estamos cerca de una montaña, ese
aire suele contener una importante cantidad de vapor de agua, con lo cual, al
ascender se encuentra una atmósfera más fría con lo que ese vapor se condensa
rápidamente y cae en forma de lluvia.
Aunque
este proceso puede desencadenarse en cualquier estación del año, este proceso es
más raro en verano, porque el aire tiene poca humedad, y menos aún en invierno,
ya que los rayos del sol no llegan a calentarlo suficientemente, por lo que
estas nubes de evolución, llamadas cúmulos, son típicas de la primavera y el
otoño, desarrollándose en el centro del día, cuando los rayos solares inciden
más perpendicularmente sobre la superficie terrestre.
El
principal problema que plantean estas nubes es su imprevisibilidad, ya que la mañana puede amanecer soleada, sin ningún
rastro de nubes, siendo ideal para realizar una excursión, pero si ésta se
desarrolla en medio de las montañas y es larga, lo más normal es que el
mediodía nos pille cerca de las cimas, con lo que, de producirse el proceso
convectivo que origina las nubes de evolución, nos podemos encontrar que en
cuestión de unas decenas de minutos se origine una tormenta con precipitaciones
importantes, incluso con aparato eléctrico, con lo que el peligro allá arriba es máximo. No sería la primera vez que un rayo alcanza a algún montañero con fatal desenlace.
Por
eso, los que tenemos esta gratificante afición de visitar las montañas, cuando
lo hacemos en los periodos en los que más fácilmente se forman las temidas
nubes de evolución solemos ver la previsión del tiempo en varios canales
diferentes, para valorar la posibilidad de que se desarrollen estas nubes. Lo
triste es que, pese a que exista el riesgo, muchas veces nos arriesgamos a
realizar la excursión, movidos por el la tranquilidad y alegría que transmite
una mañana soleada. En mi caso, afortunadamente, no he sufrido la presencia de
rayos y truenos en la montaña, pero en varias ocasiones he terminado
completamente empapado y una vez, en el corazón de la sierra de Gredos, con
granizos golpeándome en el rostro, tan grandes que hacían un daño atroz,
tardando casi dos horas en llegar al refugio que supuso el coche.