En el año 2002 el Instituto Nobel y el Club del
Libro Noruego realizaron una encuesta entre 100 escritores de 54 países, que
eligieron a El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha como la mejor obra de ficción de la historia de la humanidad, obteniendo un
50 % más de votos que la segunda obra
más votada.
Cuando encontré esta noticia hace poco más de un
mes rebuscando en Internet, me vino a la mente que no tenía ninguna entrada en
mi blog dedicada al Caballero de la Triste Figura. Bien es cierto que la obra
de don Miguel encabeza el listado de Joyas
literarias, pero considero que tal personaje merecía un artículo completo.
Hay muchas veces que la realidad se mezcla con la
ficción, hasta el punto de que no podemos distinguir bien una de otra y en
otras ocasiones que los personajes literarios reflejan mucho mejor ciertos aspectos de nuestra
existencia que las personas de carne y hueso, que solemos ser más básicas y
mundanas.
A mí me gusta pensar que don Quijote realmente
paseo su triste figura por la campiña manchega, deshaciendo entuertos,
socorriendo viudas, amparando doncellas y favoreciendo a los menesterosos.
Casi todo el mundo, cuando le preguntan qué
recuerda de la obra, habla de la aventura de los molinos de viento, que don Quijote confundió con gigantes y entró en fiera y
desigual batalla contra ellos. Quién le iba a decir a don Miguel que su obra
predecía lo que sucedería más de cuatro siglos después, cuando nos han llenado
los montes de molinos que producen electricidad y nos han engañado haciéndonos
creer que son rentables, cuando en verdad son gigantes construidos para
quedarse con nuestros dineros vía recibo de la luz.
Pero a mi parecer una de las aventuras que mejor
define al personaje es aquella en la que liberó a doce galeotes que iban
cargados de cadenas, custodiados por cuatro guardias armados. El hidalgo,
poniendo en práctica los ideales que le movieron a profesar como caballero
andante, escuchó las razones por las que los galeotes habían llegado a tal condición,
llegando a la conclusión de que estaban todos allí en contra de su voluntad y
que bien pudiera ser que el torcido juicio del juez fuera la causa de su
perdición, por lo que pidió al responsable de las personas que los custodiaban que
los dejara libres, que le dijo que se dejara de majaderías y no le buscase tres
pies al gato, ante lo cual el valeroso caballero lo acometió, favoreciendo con ello una
situación en la que los presos se liberaron y los guardias se batieron en
retirada.
Pero la principal enseñanza viene después, ya que don Quijote, una vez liberados los galeotes, les puso como única condición que
fueran a El Toboso para presentarse ante la sin par Dulcinea, a la deberían
decir que les enviaba su caballero, contándole la aventura, pudiendo marchar después
donde quisiera la buena ventura. Los galeotes rieron con los disparatados
planes de don Quijote y le lanzaron una lluvia de piedras, dejándolo maltrecho,
depojándoles a él y a Sancho de todo lo que de valor llevaban, marchándose cada
uno por un lado. No se puede esperar una acción noble de quién a perdido la
condición de buena persona, como ya le dijo uno de los galeotes: Pedir eso a
nosotros es como pedir peras al olmo.
Casa natal de Miguel de Cervantes, en Alcalá de Henares. |
Mención
aparte merece el personaje de la dama de los pensamientos de don Quijote:
Dulcinea del Toboso. ¿Cómo se puede idealizar hasta tal extremo a una mujer? El autor en el primer capítulo nos explica que un caballero andante necesita de
una dama a la que presentar sus victorias, o a la que encomendarse ante los
eventuales trances que se le presenten. Hay personas que en esas ocasiones
acuden al refugio de la religión, pero cuando se ha perdido la confianza en lo
divino solo se puede acudir a una parte de lo humano, sublimándola para que
pueda llenar ese vacío que deja la ausencia de creencias religiosas. Y qué
mejor que el amor hacia una mujer para llenar ese espacio en los sentimientos;
aunque el sentimiento amoroso no solo produce placer, sino que muchas veces
lleva aparejados sentimientos de inquietud y desasosiego, incluso llegando al
desencanto cuando no es correspondido en la medida que esperamos. En apoyo de
esta hipótesis vienen los versos que aparecen en el capítulo XXIII de la obra y
que ya cité a modo de preámbulo en uno de mis cuentos: Pero, si Amor es dios, es argumento que nada ignora, y es
razón muy buena que un dios no sea cruel. Pues ¿quién ordena el terrible dolor
que adoro y siento?