miércoles, 1 de agosto de 2012

CASTILLA Y SUS COMUNEROS


Antes de hablar de los Comuneros, quiero realizar una referencia a Castilla y a la importancia que ha tenido en la construcción de España a lo largo de los siglos, así como la forma en que ha sido relegada en los últimos años, para gloria de otras regiones con menos peso en nuestra historia común.

Como en otras ocasiones, quiero partir del articulado de nuestra Carta Magna para realizar mi exposición y demostrar que no hay amparo constitucional alguno para la división de Castilla o privilegiar a otras regiones, sino que ha sido el legislador, con posterioridad a la aprobación de nuestra Norma Suprema, el que caprichosamente ha tejido una España autonómica con una profunda desigualdad entre las distintas comunidades y sin ninguna base histórica que lo justifique.

La Constitución, en su artículo 143 dice que las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas.

Empezando por la primera región con entidad propia tras la Reconquista, debemos hablar de Asturias que, evidentemente tiene una entidad regional histórica contrastada para constituirse en Comunidad Autónoma uniprovincial. Hay una frase que define muy bien la importancia de esta región en la formación del Estado español: “Asturias es España y lo demás tierra conquistada”. Yo puntualizaría “todo lo demás”, incluidas todas esas autonomías que se atribuyen unos ficticios derechos históricos.

Después de Asturias, las regiones  que más peso han tenido en la construcción de España fueron, sin duda, Aragón y Castilla; pero curiosamente, se ha dotado de más competencias y autogobierno una región desgajada del antiguo Reino de Aragón llamada Cataluña que a la propia Aragón.

El caso de Castilla ha sido aún más sangrante, ya que por oscuros motivos se ha dividido autonómicamente en dos regiones distintas, llamadas Castilla La Mancha y Castilla y León, separando a Madrid, Santander y Logroño como autonomías uniprovinciales, sin que en ninguno de los casos tengan esa entidad regional histórica de la que habla el texto constitucional. Las razones más bien responden a la máxima “divide y vencerás”, ya que la mejor forma de dar peso a autonomías de menor tamaño era acabar con Castilla como tal, y que mejor forma de hacerlo que sacar a la Capital de la Nación de ella. En el caso de Logroño y Santander,  seguramente venga motivado porque el País Vasco compartiría unos extensos límites regionales con provincias castellanas, lo que implicaría una excesiva relación entre Castilla y el Pais Vasco (que ha quedado limitada a la provincia de Burgos).

Centrándome ya en los Comuneros de Castilla, creo que no hay que verlos como unos revolucionarios anarquistas o comunistas que querían acabar con el Rey o la monarquia; sino como miembros de la baja nobleza, hidalgos y ciudadanos de clase media que se vieron conducidos a una lucha que no habían planeado por la política abusiva de un monarca llegado del extranjero que llenó los altos cargos del Estado con nobles y clérigos traídos de Flandes, además de incrementar considerablemente las cargas fiscales en los territorios castellanos; cuando resulta que Carlos I había prometido a las Cortes castellanas no otorgar cargos públicos a extranjeros ni destinar dinero de Castilla a oros territorios. Como se puede apreciar eso de que los políticos hagan lo contrario de lo que prometen no es un invento del siglo XXI.


Monumento a Juan Bravo en Segovia, ciudad de la que fuera regidor y jefe de las milicias.
La historia de los Comuneros empieza con la muerte de Doña Isabel I de Castilla en 1504 (una de las mejores gobernantes en toda la historia de España) y la incapacidad para gobernar de su hija Juana, lo que llevó a que el hijo de ésta se autoproclamara Rey en 1516 de las posesiones hispánicas, trasladándose a en 1518 a Valladolid rodeado, como ya he dicho antes, de multitud de nobles y clérigos flamencos, sembrando el descontento primero entra las élites sociales castellanas, que luego se extendió al pueblo llano.


Monumento a Francisco Maldonado en Salamanca, su ciudad natal y de la que fue jefe de las milicias.

La gota que colmó el vaso fueron las demandas fiscales del nuevo Rey para comprar el título de Emperador de Alemania, que originó las revueltas. La primera de ellas fue la de Toledo, que en abril de 1520 se negó a acatar el poder real y, convocados sus regidores para que se presentaran en Santiago de Compostela, con Juan de Padilla a la cabeza, una multitud se opuso a tal viaje, apoderándose del gobierno local. Esta revuelta se extendió a otras ciudades castellanas, produciéndose en Segovia los incidentes más graves, donde ejecutaron a dos funcionarios.

El movimiento de los Comuneros empezó a hacerse fuerte por toda la Meseta y en Murcia, sin que su movimiento triunfara en el Pais Vasco ni en Andalucía.


Monumento a Alonso de Árreo en Navalcarnero, municipio del que fue regidor. Alonso combatió a las órdenes de los líderes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado, siendo hecho prisionero junto a ellos en Villalar, pero logró escapar cuando lo trasladaban al Castillo de Villalba arrojándose por un precipicio.

Pero en el plano militar, los seguidores del Emperador, o realistas, obtuvieron una decisiva victoria con la toma de Tordesillas el 5 de diciembre de 1520, que afectó mucho a la moral de los Comuneros, por lo que Juan de Padilla decidió que debían tomar a toda costa Torrelobatón y su castillo, lo que consiguieron con mucho esfuerzo en febrero de 1521, lo que elevó de nuevo la moral del bando comunero y estableció un cierto equilibrio de fuerzas entre ambos bandos.


Juan de Padilla fue el pricipal lider comunero y por tal motivo merecería un monumento en su Toledo natal, ciudad de la que también fue regidor. Pero lamentablemente lo único que se puede apreciar en dicha localidad es la plaza de Padilla llena de vehículos estacionados, lugar en el que estuvo ubicada la casa familiar que el Emperador mandó destruir y sembrar el suelo con sal, para que no volviera a crecer vegetación alguna (como se puede apreciar la labor no se realizaría bien, porque los árboles lucen frondosos).

Ese equilibrio empezó a romperse a principios de abril de 1521, cuando el bando realista empezó a desplegar un enorme ejército en los alrededores de Tordesillas, con 3.000 infantes, 600 lanzas, 2 cañones, 2 culebrinas y 5 piezas ligeras de artillería. Mientras tanto, los comuneros, reforzaron sus efectivos de Torrelobatón, pero su ejército no se encontraba del todo cohesionado, por lo que Padilla se planteó dirigirse a Toro para buscar refuerzos.

Ese fue  el principio del fin de los comuneros, ya que Juan de Padilla decidió iniciar ese viaje a Toro en la madrugada del 22 al 23 de abril de 1521, pero había perdido mucho tiempo y los realistas habías aglutinado sus tropas, que salieron tras la pista del ejército comunero, alcanzándolo en Villalar. Juan de Padilla, en medio de una intensa lluvia, intentó primero atrincherar a sus 6.000 hombres, pero lo consiguió y se vio obligado enfrentarse al enemigo, cuya caballería, compuesta por unos 600 lanceros, aplastó al ejército comunero, que no tuvo tiempo de replegarse, causándoles más de 1.000 bajas y apresando a sus tres líderes principales: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, que fueron ejecutados el día 24 de abril en la plaza del pueblo de Villalar, en la que hay colocado un monolito que marca el lugar de la ejecución. En dicho monumento una placa menciona, además de a los tres ejecutados, a María Pacheco, esposa de Juan de Padilla, a la cual, que yo sepa, no le separaron la cabeza del tronco en aquel lugar (sino que falleció varios años después en Portugal, alejada de cualquier práctica revolucionaria).


Monumento en la plaza de Villalar, colocado en el punto en el que fueron ejecutados Padilla, Bravo y Maldonado.



 “Desde entonces ya Castilla no se ha vuelto a levantar”, como reza una inscripción en el monumento que en recuerdo de la batalla se ha construido en las proximidades de la localidad de Villalar. Yo añadiría, al hilo de lo expuesto al principio de este artículo, que no sólo no se ha vuelto a levantar, sino que en los últimos años ha quedado despedazada por el legislador para provocar la pérdida toda su identidad histórica. No confundir identidad histórica con independencia, porque yo no creo en una Castilla independiente, sino con la gran región vertebradora de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, tal como refleja nuestra Constitución en su artículo 2 (que dice lo que dice, y no lo que a algunos les gustaría que dijera, como ya he destacado en alguna otra entrada del blog).


Monumento en las proximidades de la localidad de Villalar, en el emplazamiento en el que tuvo lugar la batalla entre los Comuneros y las tropas realistas el día 23 de abril de 1521. En la parte de la izquierda del monumento, en el medio de la pared inclinada, hay colocada una placa que reza: "Desde entonces ya Castilla no he ha vuelto a levantar".